El placer de ver y escuchar

Majo Riera revela su historia: fuerza, música y superación

“Las mujeres de mi linaje son fuertes y valientes. Yo creo que soy una generación bisagra, que rompió con el mutismo. Hay una fuerza ineludible que está en mis hijas, las que dicen a viva voz lo que yo no pude susurrar”, revela Majo Riera, madre de Lali Espósito, en su libro Fue un buen verano. El primer capítulo de esta biografía se escribió el 9 de diciembre de 2020, el día en que fue operada de cáncer de mama.

Esta enfermedad se convierte en el disparador, la excusa perfecta para que Majo se anime a contar su historia, así como también se separó de su marido, el padre de Lali y de su hijo Patricio. A lo largo de casi doscientas páginas, Majo narra su vida, desde su niñez en Santiago del Estero, pasando por la partida prematura de su mamá y la ausencia de su papá, su primer embarazo que enfrentó sola, hasta la llegada del amor y su mudanza a Buenos Aires. También comparte cómo fueron los primeros tiempos acompañando a su hija menor en sus trabajos, esos años que transcurrieron entre la simpleza heroica del trueque y el brillo incipiente de las luces de televisión.

Si le preguntan a Lali si había artistas en su familia, probablemente respondería “no”, ya que ninguno de sus padres trabajaba en ese ámbito. Sin embargo, Majo revela su amor por la música. “En Santiago del Estero festejamos una vez mi cumple y el de mi hermano. Teníamos nuestra propia banda, Las estrellas fugaces. Esa noche cantamos con micrófonos de verdad”, recuerda con nostalgia.

Un día muy significativo fue cuando le regalaron un Winco, su “desembarco oficial como amante de la música”, y también recuerda cuando visitaba a su tía Rosita, quien era modista, y cómo sentía que viajaba a otro mundo viendo a las clientas, mujeres que parecían “salidas de revistas”. Lo que no sabía era que muchos años después, su hija sería quien adornaría las portadas de esas publicaciones.

A los 24 años y con dos hijos, Majo Riera se encontró nuevamente embarazada: “Llegó la sorpresa. Sí, así me enteré de que estaba embarazada de cinco meses. Desde que nació Patricio no había menstruado y además amamantaba, pero tomaba anticonceptivos orales. Un caso de estudio. Evidentemente, quien venía en camino era porfiada y quería y debía llegar a este mundo, y yo sería su vehículo”. Quien venía en camino era Lali, una pequeña que “nació sonriendo, muy peluda y colorada”, según recuerda su madre.

Sin embargo, Lali, o Mariana, como es su verdadero nombre, iba a tener otro nombre: Nardella. “Cuando la puse sobre mi pecho y me preguntaron, me salió ‘Mariana’, que era otra opción. Hoy ella lo agradece”. Como suele suceder, el apodo fue idea de su hermano mayor, quien no podía pronunciar “Mari”.

La vida continuaba entre el colegio, el trabajo y el club donde Patricio jugaba hasta que dejó el fútbol y “apareció la actividad de Lali”: “Nuestra vida comenzó a girar alrededor de sus tiempos y horarios. Tenía rutinas complejas: llevar, traer, trabajar… Yo hacía resúmenes en el colectivo mientras iba a mi empleo, ya no era visitadora y por una amiga empecé a trabajar en una productora, las vueltas de la vida…”

La más pequeña de la casa había entrado en Rincón de luz, la tira infantil de Cris Morena, donde interpretó a Mariana. Desde ese momento, todo cambió, no solo para Lali, sino también para su familia, y la rutina se volvió intensa: “Nuestros días eran intensos, por la mañana los chicos iban al colegio y mi marido me llevaba a la parada de colectivo. Tenía hora y media de viaje hasta Olivos, tiempo que aprovechaba para hacer algún resumen para ayudar a Lali a estudiar a su regreso a casa por la noche. Al mediodía papá buscaba a Lali por la escuela y la llevaba a grabar a Martínez desde Pompeya, donde quedaba el colegio, con un tuper de almuerzo, comía mientras aprendía la letra. Lali quedaba en Martínez y me dejaba el auto en Olivos y se volvía para a las seis de la tarde ir a su trabajo, yo salía y buscaba a Lali”.

“Las jornadas eran eternas, terminaban muy tarde. El retorno a casa era con Lali como una radio, contándome todo lo que había pasado en su día con entusiasmo, que disminuía cuando llegábamos a casa a las diez y había que cenar, bañarse, estudiar. El que llegaba primero empezaba a preparar la cena. Los otros hijos esperaban y se las arreglaban solos, nunca hubo reproches. Hoy agradezco; gracias Ana y Pato”.

A sus 54 años, Majo fue diagnosticada con cáncer de mama. Para ella, la enfermedad “es el mismísimo diablo y, como el humo venenoso, se mete por las hendijas”. En ese momento, su familia y amigas se convirtieron en un pilar fundamental. Tras separarse, antes de comenzar con la quimioterapia, Majo se mudó a casa de Lali, quien por esos días estaba en España. La cantante, que había llenado nuevamente un Estadio Vélez, estuvo presente en uno de los momentos más duros: “Verme pelada era la prueba, para mí y para el resto del mundo, de que estaba enferma. Así que, un domingo familiar, de esos que solíamos tener, nos encerramos las cuatro en el baño: Anita, Lali, Analía y yo. Mientras Lali me tomaba las manos, mi hija Anita con mucho coraje y amor, me pasaba la maquinita por la cabeza. Analía acompañaba de testigo y la canción ‘Brindis’, de Soledad Pastorutti, sonaba de fondo”.

En ese proceso, siempre estuvo presente “La Cofradía”, su grupo de amigas, que organizó una pijamada que duró todo el verano y fue tan importante que hasta le da nombre al libro: “Con ayuda del encierro por la pandemia, la casa se convirtió en el centro del home office del amor. Cuando terminé el tratamiento fue la primera vez que me felicitó por algo”.

La madre de Lali Espósito cuenta su vida, desde la infancia hasta el cáncer que enfrentó. La madre de Lali Espósito cuenta su vida, desde la infancia hasta el cáncer que enfrentó.

La madre de Lali Espósito cuenta su vida, desde la infancia hasta el cáncer que enfrentó.

La madre de Lali Espósito cuenta su vida, desde la infancia hasta el cáncer que enfrentó.

La madre de Lali Espósito cuenta su vida, desde la infancia hasta el cáncer que enfrentó.